El arzobispo coadjutor presidió el traslado del Cristo de la Buena Muerte y la Eucaristía de apertura de la parroquia de San Juan de Letrán
«Es una realidad que hay que atender como ya indiqué en mi toma de posesión el pasado día 1», dijo a GRANADA COFRADE el arzobispo coadjutor de Granada, monseñor José María Gil Tamayo, antes del comienzo de la salida del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, «advocación a la que tengo mucha devoción y que aprendí de mi maestro, monseñor Montero, natural de Churriana de la Vega que le tenía mucha devoción». En el cortejo, que partió desde el templo de San Agustín, en el barrio de Plaza de Toros-Doctores-San Lázarno, participó la cruz parroquial abriendo y el guion corporativo con escolta. Presidía el mismo el comisario episcopal, Víctor Carmona, junto a miembros de su equipo y el escultor José Manuel Mesa Ocaña, quien ha realizado trabajos de adaptación en la intervención realizada en la parroquia. Estaba también en la presidencia el máximo responsable de la Federación de Cofradías, Armando Ortiz García.
Un traslado que se hizo «sin cortejo de hermanos para que éstos pudieran acompañar al Señor en todo el itinerario, rodeándolo» señaló el comisario episcopal. A las órdenes de Miguel Ángel Roldán salió el Crucificado portado por costaleros y costaleras sin parihuela y al hombro. Un recorrido, en absoluto silencio, que tardó poco más de treinta y cinco minutos en realizarse. En el interior del templo el arzobispo coadjutor presidió la Eucaristía junto a la imagen de la Virgen del Amor y el Trabajo situada junto al presbiterio, acompañado por el párroco, Antonio Jesús Pérez Martínez.