Cuando pasaban unos minutos de las cinco y media de la tarde comenzaba a sonar la marcha «Nuestra Señora del Amor y el Trabajo», de José Luis de la Torre, mientras salía el pequeño cortejo de la procesión de gloria de la Patrona de los Ferroviarios. Ocurría desde la capilla de salida de la hermandad, junto a la parroquia de San Juan de Letrán en la Avenida de la Constitución. Después, composiciones como «Como Tu, Ninguna» se iban desgranando por el boulevar de la Avenida mientras caminaba el cortejo para alcanzar la calle María Luisa de Dios y adentrarse en Los Pajaritos. Abría esta comitiva religiosa la cruz de guía con los elementos pasionistas de la cofradía y detrás el banderín de juventud de la hermandad de Santa María de la Alhambra que ubica su casa de hermandad muy próxima a la sede de la hermandad, y por delante del cuerpo de ciriales, miembros de la comisión gestora encabezada por su delegado episcopal, Víctor Carmona. Ricardo Mora mandaba la cuadrilla del Cristo de la Buena Muerte en la salida, junto a Costantino Castillo, capataz de la cuadrilla de costaleros y costaleras de la Virgen.
Participaba tras las andas procesionales, adornadas con distintas variedades y tonalidades de rosas, principalmente, en el friso y jarras de los costeros, el párroco de San Juan de Letrán, Antonio Jesús Pérez. Cerraba el cortejo, que se vio respaldado por numerosos cofrades y vecinos del barrio, la banda de música de los Ángeles, de Granada, dirigida por Manuel Elvira. Se custodiaba el paso, cedido por la hermandad de la Alhambra, con cuatro candelabros de guardabrisas procedentes del paso del Cristo de la Buena Muerte y la Virgen del Amor y el Trabajo se presentaba con ráfaga de orfebrería cedida por la cofradía de la Resurrección, de Almuñecar.