Brillante pregón del Realejo salido de la boca de Francisco Estarli
Ocho hermandades convocantes dejaron más de media entrada en la iglesia de Santa Cruz la Real (Santo Domingo) cumpliendo con los protocolos sanitarios
Presentado por su hija, Esperanza, el pregonero del Realejo ofreció ayer un extraordinario texto lleno de cariño a su barrio en el que aprendió «a ser cofrade a la par que a descubrir, vivir y sentir en el Realejo, de la mano de mis padres, de mis hermanos”, matizando que “de vuestra mano he ido haciendo el camino de la hermandad que es como decir, haciendo Realejo” y sentenció que en el Realejo “todo tiempo es tiempo de Dios”. Un pregón ordenado por días de salida y en el que no se miró en ahorro de piropos y aclamaciones hacia los Titulares de los hermanos de estas ocho corporaciones nazarenas. Habló de los lugares del barrio, sus cenobios, el primer paso de misterio granadino y el primer paso de palio, creación en el barrio. Señaló que este «no será un año más» porque «La Semana Santa que os proclamo es la que pervive incluso sobre la pandemia, se sobrepone a la tragedia y mantiene encendida la lámpara de la vigilia, atenta al Señor, porque en ella está el fervor y la pasión» recordando que en el Realejo «se abraza la cruz, se porta la luz penitencial o se ciñe el costal a la par que nos ungimos del carisma de un barrio que expone con orgullo la inefable huella de su fe y sus sentires».
Francisco Estarli, hermano de la del Señor de las Tres Caídas, señaló que el barrio «tiene su propia calle de Amargura y el rezo del más genuino viacrucis de raigambre y tradición granadina, que en el Pregón se hace, ahora que el destino se ha atravesado quebrando nuestro hábito, rosario doloroso». Recordó que «el Viernes Santo el Realejo vuelve a ser, corazón y alma, centro y motivo, referencia única del creyente, para hacerse, aún en el dolor de la ciudad toda, faro entre la niebla y su Campo del Príncipe, Campo de fe, Monte Calvario donde, el cordero divino, entrega su vida, abriendo con su muerte, las puertas de la eternidad. A las tres en punto, se quebrará la tarde. Un crujido callado retumbará en los abismos y el afilado sonido del cornetín, rasgará el silencio culpable de la ofensa, dejando en el dolorido agudo del metal, el siniestro eco de lo perdido», para indicar el momento más importante de la cristiandad y que en el Campo del Príncipe se vive con singular y única emotividad ante el Señor de los Favores.
El Domingo de Resurrección también lo quiso destacar Estarli. Habló de los niños Facundillos que hacen «tintinear las campanillas de barro, tañeran con la inagotable fuerza de la niñez, el beso musitado de los días de Belén. Un revuelo de alegría llamará a las puertas del corazón. Y en su Dulce Nombre, Jesús dejará que los niños se acerquen y aprecien en El, la nueva vida. Para que lo lleven, con la incontenible y melancólica alegría del Domingo de Palmas, sintiéndose mayores en la fe».
«Habremos de seguir soportando esta terrible carga que nos amenaza y a la que empujamos en la esperanza de esos cielos a los que se elevan los pasos, las miradas, los sentimientos. En los besos de las bambalinas al atardecer, los besos al aire de los niños y los que abrochan las almas al terminar la estación de penitencia», dijo ya casi terminando su intervención que fue de casi una hora. Habló de su Cristo de las Tres Caídas y de su Virgen del Rosario de manera muy singular, pero no dejó atrás ninguna de las cofradías que estaban en la cita del pregón, la de la Santa Cena, la de la Oración en el Huerto, la cofradía del Señor de la Humildad, la de la Paciencia y la de Jesús Nazareno, para terminar con el la del Cristo de los Favores y la hermandad alhambreña en «el barrio que está bendito de Su amor, que es el Realejo la mejor casa de Dios, gracias a cuantos formáis la bendita realidad de sus hermandades».
El pregón finalizó con un «porque vosotros y no otra cosa, sois el Realejo. ¡Gloria al Realejo y al cielo su corazón de pasión!». El texto fue muy aplaudido y al término el hermano mayor de la cofradía del Rosario, en nombre del resto de hermandades realejeñas, entregó un recuerdo al pregonero con las medallas de las hermandades convocantes. Terminó en el uso de la palabra el párroco de la de Santa Escolástica para recordar que «este templo debemos llamarlo con su nombre real el de Iglesia de Santa Cruz la Real. Parroquia de Santa Escolástica».