2 de mayo de 2024
Actualidad

Carlos Acal reflejó en su pregón del Realejo el Amor de Dios en el barrio

Pregón del Realejo. Carlos Acal. Foto GRANADA COFRADE

«Hablar de amor es hablar de Dios y hablar de Dios es hablar del Realejo y por ello estas palabras son las del Amor de Dios en el barrio», señaló Carlos Acal, hermano de las de María Santísima de la Aurora y de Paciencia y Penas, en su pregón de este año al barrio realejeño. Acal habló del Amor a todos los Titulares de las ocho hermandades convocantes de este barrio, la de la Santa Cena, Oración en el Huerto, Señor de la Humildad, Jesús de la Paciencia, Jesús Nazareno, Rosario y Tres Caídas, Favores y Santa María de la Alhambra. Los hermanos mayores de las ocho corporaciones ocupaban la presidencia del acto flanqueados por los guiones corporativos de sus respectivas cofradías y el pregonero fue presentado por una amiga personal, hermana de la cofradía de las Penas, Nieves Abril.

Acal Romero reflejó sus experiencias personales en las hermandades del barrio, haciendo un texto muy subjetivo en el que plasmó sensaciones particulares con cada cofradía. Habló del Señor en el Huerto de los Olivos como «un viejo amigo al que siempre que visito en unos minutos nos contamos nuestras cosas», refiriéndose también a muchos cofrades y personas que trabajan por las cofradías realejeñas «de manera entregada y sin buscar protagonismo».
En el acto de la lectura del pregón estaba el edil de Participación Ciudadana, Francisco Almohalla y la concejala de Fiestas Mayores, Carolina Amate. Estaban miembros de las juntas de gobierno de las hermandades realejeñas y el presidente de la Asociación de Vecinos del Realejo, Antonio López. Estaba también el presidente de la Federación de Cofradías, Armando Ortiz, y el consiliario José Gabriel Martín.
Lucía Serrano. Pregón del Realejo. Carlos Acal. Foto GRANADA COFRADE

El pregonero llamó a la hermandad del Señor de la Humildad, la «Casa de Hermandad de todos», habló de las familias en las cofradías del barrio «y su papel tan relevante», hermanos «de los que he aprendido a ser cofrade». Santa Cena y la institución Eucarística; Jesús Nazareno en el Silencio del barrio; la Solemnidad del Viernes Santo en el Campo del Príncipe y las experiencias personales junto a sacerdotes como David Salcedo o José Gabriel Martín, también formaron parte de su pregón. Fue un texto popular y que llegó al corazón de los asistentes reconocido en las numerosas veces que fue aplaudido al referirse a los Titulares, a los cofrades o a las devociones «impresas en el corazón». Carlos Acal bajó desde la Alhambra hasta la Plaza de Santo Domingo acompañando a las cofradías en distintos momentos compartidos, ofreciendo prosa y verso a todos los Titulares de las ocho cofradías. «El corazón del Realejo es testigo de cómo Jesús ya exhausto no puede más con su cruz y unos romanos ordenan a Simón de Cirene a ayudar al ajusticiado a seguir al Gólgota».

Carlos Acal habló de la juventud de «que busca en la pequeña cruz del Niño Dios del Dulce Nombre un poco de su futuro». El rezo de los tres credos a los pies del Señor de los Favores también estuvo en el pregón señalando y marcando «el silencio del Viernes Santo cuando Granada se arrodilla y Cristo expira en el Realejo por amor». Habló también del calor cofrade de una bulla y recordó la primera que vivió a los pies de María Santísima de la Misericordia pidiendo que «no se pierdan porque por dentro du una bulla tal vez hay gente que sólo se acerca una vez al año a los pies de la Madre de Dios y a Dios se puede llegar por una bulla», solicitando a las hermandades que «se acerquen a todos los granadinos».
Mientras Lucía Serrano acompañaba al pregonero, al piano, con la marcha «La Esperanza de María» puso punto final no sin antes dejar sus ultimas impresiones «en la columna sagrada donde se queda la mirada de un niño». Acal finalizó señalando que a partir de ahora «cada uno con su cofradía pero cumpliendo con la misma Pasión», al tiempo que indicaba que «la Semana Santa del Realejo es la Semana Santa del Amor», tal y como había empezado sus palabras, cincuenta y cinco minutos antes.