NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD CORONADA, REINA DE SANTA PAULA Y DE GRANADA
“Los cofrades somos de todos los lugares
a los que nuestra fe nos lleve.”
(Marta Iáñez Bolívar)
Algunas veces he escuchado decir que es complicado apreciar o valorar correctamente aquello que no se vive en primera persona, sin embargo, no en todas las experiencias vitales ocurre de esta manera. Así que, en determinadas ocasiones, hay ciertos momentos en nuestras vidas que, aunque nos toque vivirlos desde la distancia –en mi caso a 108 kms.−, es decir, aunque los vivamos en tercer persona, los sentimos son tan cercanos que es como si los estuviésemos viviendo presencialmente.
Precisamente, esto es lo que me ha sucedido con el reconocimiento canónico y pontificio de Nuestra Señora de la Soledad de Santa Paula. Siendo honestos con la verdad, mi admiración y devoción por dicha imagen mariana no nace ahora. Fue, concretamente, durante los años que residí en Granada por motivos académicos, cuando mi maestro, Miguel Luis López-Guadalupe Muñoz, me enseñó ciertos rincones de la ciudad –y no solamente me refiero al “del Cofrade”, te apreciamos mucho: Vicente−; pues bien, uno de ellos fue el Monasterio de San Jerónimo por aquello de que su iglesia conventual es el mausoleo de Gonzalo Fernández de Córdoba el Gran Capitán.
Resulta que durante aquella visita, además de quedar obnubilado por la exuberante belleza del manierismo granadino, pude contemplar, con mayor intimidad, a la Virgen de la Soledad. Ya se encargó mi maestro de proporcionarme el necesario espacio temporal para que pudiera contemplar a la Reina de los ángeles con la debida calma y sosiego. Un cofrade sabe perfectamente cuando otro precisa de momentos solitarios y, a su vez, llenos de intimidad para poder entrar en plena comunicación con una imagen sagrada, en este caso, la Reina de Santa Paula, en Granada, llamada Soledad Coronada.
Comenzaba esta misiva diciendo que, en determinadas ocasiones, uno no precisa vivir una experiencia presencialmente para sentirla como propia. Esta premisa se evidencia, máxime, cuando, gracias a la generosidad de los cofrades de esta hermandad, que son buenos amigos, como los hermanos Enrique y Francisco Javier Crespo Muñoz –éste último es colega historiador−; Javier Gómez, que es tío carnal de Lucía Ruiz Gómez, una de las jóvenes promesas en la conservación y restauración de obras de arte, en Granada, cuya excelsa brillantez tan sólo es comparable a su inconmensurable bonhomía; Cecilio Cabello…; he podido vivir, personalmente, esta coronación canónica tan especial. Siguiendo su proceso, paso a paso, momento a momento, a través de mis muy apreciados amigos y compañeros periodistas del equipo de “Granada Cofrade”, capitaneado por Jorge Martínez, que, gracias a su impagable labor profesional, no me han faltado las correspondientes imágenes a través de Tg7, la televisión de todos los granadinos, y la información actualizada puntualmente a través de su página web.
Huelga decir que, con estas líneas, no pretendo escribir una crónica de lo acaecido en la ciudad más hermosa del mundo, Granada; sino que quiero escribir una carta de agradecimiento a todas las personas, que me habéis hecho estar tan cerca, estando a la vez tan lejos. No obstante, si tengo que mostrar, más profunda y concretamente, mi agradecimiento a alguien, sin lugar a dudas, es a mi amigo, mi hermano en la fe, mi colega, mi maestro, Fran Crespo –su nombre completo ya lo he mencionado anteriormente− por haberme hecho partícipe y cómplice de todo esto, a través de una preciosa parte de todos los eventos y actividades culturales que, con motivo de tan feliz acontecimiento, se han llevado a cabo y algunas que todavía están por aparecer. ¡Muchas gracias! mi querido amigo, jamás podré agradecerte tanto bueno como haces por Granada, por su historia y orbe cofrades, y por aquellos a quienes Dios, Nuestro Señor, nos ha bendecido con tu amistad, puesto que tu generosidad no conoce límites y tan sólo es comparable con el amor, que albergas en el interior de tu corazón, hacia los sagrados titulares de tu hermandad: Nuestra Señora de la Soledad y el Descendimiento del Señor.
Por consiguiente, a través de esta epístola, quiero compartir públicamente mi alegría por la consecución de tan loable objetivo, es decir, el reconocimiento canónico y pontificio de la coronación de la Virgen de la Soledad, la misma que el pueblo granadino realizara el primero de noviembre de 1885, es decir, hace 135 años. Esto quiere decir que la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, a través del Arzobispado de Granada, eleva a rango canónico y pontificio aquello que popular y sabiamente realizara el pueblo soberano de la ciudad de la Alhambra. Mayor muestra de fervor religioso y devoción popular, no cabe. De igual forma, quiero compartir con ustedes, amables lectores, mi deseo y anhelo de ver algún día, más cercano que lejano, coronada canónicamente a la Soledad Bastetana puesto que hace algunos años ya que su hermandad incoó el expediente, iniciando así dicho proceso y, sobre su consecución, no me cabe la menor duda que se logrará.
Del mismo modo, quiero, desde la distancia, felicitar públicamente y dar mi más sincera enhorabuena a la ciudad de Granada y a su pueblo, ambos representados por su alcalde, mi apreciado amigo, Paco Cuenca. A la Iglesia Diocesana de Granada, a sus dos arzobispos, titular, Monseñor Martínez Fernández, y coadjutor, Monseñor Gil Tamayo; a su clero secular, muy especialmente al Rvdo. Padre don Miguel Córdoba Salmerón, consiliario de la hermandad y buen amigo; al clero regular puesto que no son pocas las órdenes religiosas que hacen apostolado en Granada siempre con un especial cariño hacia mis muy queridos y apreciados frailes dominicos (O.P.) de Santa Cruz la Real; a las Madres Jerónimas y Carmelitas, las dos órdenes religiosas, que custodiaron y custodian a tan preciosa Reina colmada de beldad como es Nuestra Señora de la Soledad. Gracias y enhorabuena, por supuesto, a la Muy Antigua y Real Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Descendimiento del Señor, popularmente conocida en el orbe cofrade granadino como “las Chías”, por ser la “guardia pretoriana” que cuidan tales joyas granadinas. Mi enhorabuena y felicitación a todos y cada uno de sus hermanos y hermanas cofrades: desde el Hermano Mayor, Enrique Crespo, hasta el último o la última hermana cofrade que le haya sido impuesta la medalla de dicha corporación nazarena. No menos importante para mí es agradecer, de forma pública, el trabajo de coordinación realizado por la Real Federación de Hermandades y Cofradías de Semana Santa de Granada, y a sus dos presidentes que, el caprichoso Cronos, ha querido que sean, en cierta medida, coprotagonistas de este evento, siendo buenos amigos míos también, Jesús Muros y Armando Ortiz. Y, por descontado, amistad y nobleza mandan, mi más cariñosa enhorabuena a Luis Javier López Marín, pregonero oficial de la Semana Santa de Granada de 2023, quien nos deleitará con sus palabras dedicadas a cantar las excelencias de Nuestra Señora de la Soledad Coronada, Reina de Santa Paula y de Granada.
Por último, he encabezado esta carta con las palabras de una de las más comprometidas jóvenes cofrades granadinas que, sin lugar a dudas, algún día –espero que más temprano que tardío− ha de pregonar a la Semana Mayor de la ciudad más hermosa del mundo, puesto que en su corazón no mora más que la bondad. Pues con estas palabras de Marta, tomándolas prestadas a una “maravillosa” muchacha cuya oratoria cofrade es “la caña” y puesto que su generosidad de fronteras no sabe, haciéndolas mías quiero terminar diciendo que “los cofrades somos de todos los lugares a los que nuestra fe nos lleve.”
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Firmado: Juan Antonio Díaz Sánchez.